domingo, 14 de enero de 2007

Cuento 2.

"No era usual despertarse a las 5 de la mañana con esa sensasión de miedo, de nostalgia o desasón inexplicables. Nada era explicable claro está , pero la presión interior obviamente estaba tomando las riendas del control de todo el yo, de ese resto de yo que, nosé si más dormido o despierto que el resto , intentaba procurarse día a día una vida normal, superficial, tal vez vacía, pero ya sin sobresaltos. Los gatos en la ventana mostraban una imagen de generosa ausencia de pudor y por un instante quise ser gato y deambular por los tejados de las casas dejando mi huella en cada techo sin pertenecer a ninguno de ellos, salvo a uno, al que volvería, tarde o temprano cuando me lo recordara el hambre, el frío o la necesidad de cuidado, de cariño y de placer que vagamente reconozco en estos días y que ha terminado, en fin , hoy asi, aqui y ahora con este desastre de noches de mal dormir hasta que finalmente hoy me decidí y me levanté a cambiar la cama de lugar, a beber leche tibia, agua de melisa y por último un sedante que nunca encontré porque no uso sedantes!....Me quedé contemplndo las siluetas de los gatos en la ventana, comenzaba a amanecer y los gatos ahuyentados por el frío se escaparon llevándose las dos lágrimas que alargadas habían recorrido mi rostro hasta el cuello. Me metí a la ducha y salí a la calle. Subí a la bicicleta y me fui velozmente bordeando las calles anexas hasta llegar a al borde costero. Las olas eran distintas bajo la luz del amanecer y cada golpe en el roquerío me hizo despertar aún más a esa idea que había dejado atráz en algún momento hace ya nosé cuánto tiempo. Bajé a la arena y me senté frente al mar y le contemplé como preguntándole algo, como interrogándole, como queriendo creer que tal vez él sabría decirme, entre sus ruidos acuosos qué era lo que estaba pasándome...."

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