martes, 30 de enero de 2007

Cuento 9.

"Me pregunté qué hacía aqui bajo la promesa de nunca más volver a pasar por esto.Afuera las voces, risas y goteras evocaban un entorno que distaba tanto de mi propia realidad, que todo ese ruido era ensoredecido por mi en ese momento consciencia de los hechos. Intenté dormir con disimulada naturalidad mientras en la cama de al lado una silueta --a la que no conocía-- se movía con la misma soltura que las aves que chillaban escandalosamente en el árbol afuera, en ese afuera que no era mío, que no me pertenecía, como no le pertenecía yo y que traería a mi memoria los mismos recuerdos de siempre, esta vez desnudados e iluminados por cada una de las lágrimas que surcaban veloz y silenciosamente mi rostro, haciéndome ver y comprender por primera vez y de una manera única e indefinible, realmente quién era y cómo y porqué estaba sucediendo todo aquello una vez más, para refregarme esta vez no sólo en el rostro, sino también en el alma, la misma locura, la misma trampa, la misma jaula, la misma atadura, la misma inercia de siempre.
Avanzaba uno, dos, tres, cuatro espacios blancos huyendo de las acostumbradas ideas que venían decididamente a atacarme reclamando su lugar. Mi cuerpo estaba notoriamente cansado y la cabeza comenzaba a dolerme.El sábado en la mañana mis piernas temblorosas y una taza rota por accidente serían los primeros indicadores de ese cambio energético que no toleraría más.
En medio del último día sin hogar y sin rumbo oscilaba entre esa costumbre añeja de sentirse mal y la liviandad de la promesa de dejar todo atras para empezar algo nuevo.De pronto algo parecido a un ropaje de tules invisibles comenzaba a resvalarse de mi, deslizándose suavemnete desde mis hombros hacia mis pies dejándome la fresca sensasiónde estar descubierta y desnuda de algo que no era mío, que no era yo, pero que había habitado conmigo durante mucho tiempo como un amante al que nunca realmente le pertenecí...
Nunca supe si su frialdad había sido la causante de que yo deambulara por esos senderos. Frialdad disfrazada porsupuesto, por la elocuente seducción de sus palabras que encubrían un trasfondo húmedo y tétrico, posiblemente más solitario aún que el mío.
Decididamnet iba a soltarme el cabello y dejaría de preocuparme por mis jeans de siempre. Todo lo que albergaba este cuerpo no podía ser reflejado ni en la ropa, ni en alguna parte específica de él y quien fuera capaz de ahondar en mi mirada y traducir sin errores lo que había alli, tendría que saber de antemano que no saldría de ella sin mi.
Con todo y en ausencia absoluta de límites y represas comenzaba una rutina diaria de cosas que normalemnte no hacía. Cambié el nombre a un par de cosas y dije no a todos y cada uno de los miedos que vinieron a provocarme intentando activar nuevamente la descarga química a la que fui adicta durante tanto tiempo.
Mis ojos ya no eran los mismos porque observaban un horizonte distinto y todo mi acostumbrado afán de traducir nombres, frases, miradas, formas y colores perdía su terreno y era suplantado día a día por u estar sin definiciones en el que lo único que realmente existía era lo que palpablemente tenía en frente..."

1 comentario:

Miguel Ángel Ángeles dijo...

yo creo que los ojos nunca son los mismos, son como entes ajenos que mutan a cada instante... no creo que puedan ser los mismos de un momento a otro.